Carrera del Ebro


Un año más, y ya van seis, de nuevo me encontraba en la línea de salida de la Carrera del Ebro. Si el año pasado era justo una semana después del Ecotrail de París, esta vez a quince días vista de la carrera de la Torre Eiffel, por lo que básicamente se convertía en el punto culminante de la preparación y con dos opciones: hacerla como un entrenamiento más o a tope dándolo todo. Como ya sabemos todos lo que pasa cuando nos colgamos el dorsal, la opción elegida ha sido la segunda.

Desayuno con Chema, Antonio y acompañantes de los tres, cada uno con sus objetivos. Chema como fase final para el maratón de Barcelona y Antonio para terminar de recuperarse de su operación en la rodilla. Unos y otros para pasarlo bien, juntitos al salir pero luego ya cada uno a su guerra. Yo también tenía alguna duda, ya que la tendinitis de pata de ganso me está dando batalla últimamente, y no sabía muy bien cómo respondería, pero si tenía claro que al contrario que otros años esta vez saldría a tope desde el principio, mientras las piernas aguantaran. Si al final toca arrastrarse, mala suerte. El día, con cierzo aunque no excesivamente molesto, me lo esperaba peor. De hecho, se notaba más en las pistas del CAD que luego en carrera.
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Salida puntual a las 10:00, tradicional vuelta a la pista de atletismo donde se hace difícil coger el sitio y salida hacia Juslibol para enfilar en dirección al Campo de Maniobras. Estoy más adelante que otras veces, y el pelotón de 1.500 participantes se estira rápidamente. Los cuatro primeros kilómetros me salen a 4’20, bastante rapidillos y es en el quinto cuando ya nos metemos en territorio puramente montés, con subidas y bajadas cortas, bastante piedra suelta y terreno picando hacia arriba la mayoría de las veces. También hay bastante polvo, se nota lo poco que ha llovido. Al igual que todos los años, muchos militares indicando los caminos, si bien en esta edición el recorrido es algo diferente, y he echado en falta el paso por el puente transportable de Pontoneros. La sensaciones siguen siendo buenas, hasta llegar a la subida tendida del k9, con el cierzo en contra y que se me va a 5’07. Al coronar alcanzo a Chema, y desde aquí ya iremos juntos el resto de la prueba.

Esta es la parte más favorable, en continuo descenso que debemos hacer con algo de precaución. Sólo falta una última subida, en el k12 y a partir de aquí el terreno ya es favorable hasta el final. Me tomo el Powergel que llevaba, le pego a Chema el grito de guerra “ahora ya sólo a correr”, y a dar caña a las piernas. Después de todo el recorrido rompepiernas por el campo de maniobras, ahora en el llano las piernas parece que vuelan, marcando los kilómetros por debajo de 4’10. Contra lo que pensaba al principio no acuso el esfuerzo anterior y mantengo un muy buen ritmo, ayudado también en parte porque ahora el cierzo da de culo y ayuda un poquito. De los recuerdos de otros año sé lo importante que es llegar fresco a los últimos cuatro kilómetros por la ribera del Ebro. Si vas bien se corre mucho, pero si vas justo de fuerzas pueden hacerse muy largos. La entrada en el estadio se hace un poquito larga, no es tan directa y se da alguna revuelta, que hace el tramo final un poquito largo. Tampoco hay tanto público como otras veces, y es que el tiempo no acompaña. Finalmente entro en meta marcando por mi reloj 1h19’38”, Chema un poquito por detrás y Antonio algo más retrasado pero con la rodilla respondiendo que es lo que importaba al fin y al cabo.
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Sin duda ha sido mi mejor Carrera del Ebro de todas en las que he participado y, probablemente, una de las mejores participaciones. Nunca salgo a tope en una carrera, siempre tiro a ser más reservón, pero esta vez ha sido distinto. Bien es cierto que eran sólo 18,5 Kms, pero la respuesta me da bastante confianza para el Ecotrail. Ahora, 10 días de volar a París y 12 de tomar la salida sólo toca mantener la forma y cuidar la tendinitis de la rodilla. O lo que es lo mismo, no hacer el loco.

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