Transvulcania. Un paseo entre las nubes o como morir y revivir varias veces en un día. Race Report.


Cuando llegas a una carrera de la que todo el mundo habla maravillas, de la que todo lo que oyes es positivo, el listón suele estar muy alto y lo normal es que vuelvas algo decepcionado. Tras participar en Transvulcania, sólo puedo escribir que todo lo que me habían dicho es poco. Que se trata de una carrera excepcional, en un entorno inigualable y con un pueblo que te hace sentir, desde que llegas al aeropuerto hasta que vuelves, como en tu propia casa.

Transvulcania es más que una carrera. Es una semana en la que sus habitantes se vuelcan con su evento, en la que se desviven por hacerte sentir a gusto. Y en la que los corredores son los protagonistas.

De Transvulcania no me asustaban los setenta y tres kilómetros de distancia, que también. Tampoco los 4200 metros positivos, que no son pocos. Ni el calor, al que me suelo acomodar bastante bien. Lo que más respeto me daba era el tapón que se forma  a la salida. Al final no pillé tapón, los 73k se hicieron muy largos, los cuatro mil de desnivel demasiados y el calor me noqueó. Pero cruce la meta de Los Llanos, aunque fuera dos horas después del tiempo que había previsto.


La carrera comienza a las 6:00 pero los traslados en autobús, dada la congestión de tráfico y las carreteras son a las tres de la mañana. Eso significa amanecer alrededor de las dos y, evidentemente, dormir bastante poco. Tan poco como cuatro horas de mala calidad de sueño. Y es que, hacía mucho que no estaba tan nervioso. Curiosamente, en cuanto abrí los ojos, esos nervios desaparecieron.

Así que tras casi noventa minutos de bus y con alguna cabezadilla por el camino, a las 4:15 estaba en la zona de salida del Faro de Fuencaliente, en una noche con una temperatura espectacular que anticipaba lo que nos esperaba. Un faro y una zona de salida que, a pesar de que la habíamos reconocido el día anterior, lucía espectacular.

Tras pasar el control de chips con tiempo para poder colocarme bien, media hora antes de la salida estoy situado en la cuarta-quinta fila, situación ideal para poder salir sin agobios.

A las seis en punto los mil ochocientos participantes de Transvulcania tomamos la salida. La carrera está en marcha y las primeras curvas del faro y primeras rampas quedan atrás sin sobresaltos. Tenemos por delante 18 Kms de subida constante, primero hasta Los Canarios y más adelante hasta Las Deseadas. Es momento de recordar la frase de Juanito, de pensar que esto va a ser muy largo y hay que tomárselo con mucha calma. De todo este tramo se que queda grabado un sonido. El de las pisadas de 1800 corredores sobre la zahorra. Si habéis visto las películas de El Señor de los Anillos, es el sonido de los ejércitos de orcos. Impresiona.


Todo lo que me habían contado del paso por Los Canarios se queda corto. Una marea humana de público, un griterío que anima sin parar a los corredores. Atravesar el pueblo entre un estrecho pasillo de público pone los pelos de punta. Y sólo es un anticipo de lo que espera. Es el K6 y de momento la cosa marcha por buen camino. Queda la segunda parte, esa en la que me habían dicho que mirara hacia la derecha y viera el Teide asomar entre un mar de nubes. Y sí, es como me habían contado. Los sonidos de los helicópteros añaden todavía más magia al recorrido. Sientes cada paso y, en mi caso, estoy disfrutando cada metro. Aunque todavía falta mucho lo tengo claro. Sé que llegaré a meta, no sé si me costará más o menos, pero llegaré.

Tras el avitallamiento de Las Deseadas (k16, 2h53) llega la parte más amable de la carrera. El trazado menos exigente y en el que más se puede correr. Hago caso a los consejos y voy con el freno de mano echado. Si aprieto ahora lo pagaré. Seguramente si no lo hago también, pero prefiero guardarme algo para más adelante. En el refugio del Pilar está situada la meta de la carrera corta. Allí, tras 26 Kms de carrera marco 3h52'. Estoy en el tiempo que me había marcado, el de las 11 horas.


Del Pilar al Reventón puedo disfrutar de los últimos kilómetros sin pasarlo mal. Ese avituallamiento abre la puerta a la segunda mitad de carrera, que es también la más dura. Más de lo que pensaba. Un cartel nos anuncia que tendremos doce kilómetros por delante hasta el Pico de la Cruz, siguiente control. 12 Kms que al final fueron bastantes más en un tramo que tengo bastante difuso pero del que recuerdo que me quedé sin agua, que vi gente tirada a los lados con muy mala cara, que el sol comenzaba a pegar con fuerza, que los voluntarios de punta Roque me parecieron ángeles de la guarda repartiendo el agua que habían subido los helicópteros, que morí y reviví varias veces y que, seguro, gasté alguna de las vidas que me quedan. Que el avituallamiento del Pico de la Cruz no llegaba nunca, que colina tras colina nunca aparecía y que, por fin, cuando llegué a él la ducha con una manguera me pareció el mayor de los lujos. Eran las dos de la tarde, llevaba ocho de carrera y había tardado más de cuatro horas en sumar apenas 19 Kms...


Desde aquí se veía el Roque de los Muchachos. Ocho kilómetros de distancia que marcaban el final de los tramos de ascenso y el comienzo de la bajada a Tazacorte. Un descenso asesino pero descenso al fin y al cabo. No podía ser peor. O sí, porque unos kilómetros de llegar al Time se hacen patentes los problemas de deshidratación. Esa sensación de tener ganas de orinar y no poder y el malestar que te empieza acompañar. Por mucha agua que bebo no recupero y llegar a Time se convierte en una odisea, avanzando andando porque corriendo no puedo. Con 11h de carrera y 61 Kms en las piernas tengo muy claro que esta vez llego a meta como sea, aunque sea a rastras. Con doce kilómetros por delante el tiempo que llevo es el que tenía pensando hacer en meta. Es hora de cambiar el chip. Modo supervivencia on.


Las imágenes del kilómetro vertical de la Transvulcania en Tazacorte son espectaculares en los vídeos. Con sesenta kilómetros de carrera también lo son, pero el efecto de la bajada en las piernas es demoledor. Retener, retener y retener con los cuádriceps que cada vez duelen más. Es el último descenso, pero vaya descenso. Imposible correr, difícil andar. Tazacorte, 67 kms, a seis de meta. El público en el paseo marítimo te leva en volandas hacia delante. Sabes que estás ya ahí, que te queda muy poco, que son sólo 6 kms... Pero qué seis kilómetros.


Los dos primeros avanzando por un cañón con los pies hundiéndose en la arena. Paso de correr, paso incluso de intentarlo. Me da igual tardar media hora más o menos. La subida final a Los Llanos me parece el infierno en la tierra. Un ascenso en zetas, no sé a qué porcentaje pero seguro que a mucho. No puedo avanzar. Me siento en una piedra, recupero. Ando unos cientos de metros más y me vuelvo a sentar. Así una, dos, tres hasta seis veces. Por fin, oigo cerca de mi la música de Rocky. Unos vecinos la están pinchando. Son los Llanos de Aridane y enfilo esa larga avenida que, tras una revuelta, me dejará en la meta. Intento correr para agradecer a la gente los ánimos, pero es imposible. Se me suben músculos que ni siquiera sabía que tenía. Me entero de que se pueden agarrotar los músculos de los pulgares...

La sensación es indescriptible. Megáfonos, micrófonos, gente de todas las edades que te da la mano y te felicita. Personas que te dan las gracias a ti, al corredor, por hacer participado en su carrera. Nunca había vivido nada parecido. El GPS muere a falta de un kilómetro. Ya da igual. Manos que chocan, gritos de ánimo, más manos, más felicitaciones, más gracias, lágrimas.

Moqueta roja, arco de meta al fondo. Meta. 13h34'



3 comentarios:

  1. No he hecho Transvulcania y no sé si llegaré a estar, pero por tu artículo bien merece intentarlo.
    No sé si lo lograré, pero si no lo hago, siempre me quedará volver a leerlo.

    Enhorabuena, no solo por terminar, sino por como has transmitido tus sensaciones.

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  2. Impresionante tu relato. Me ha entrado sed de solo leerlo. Un abrazo desde La Palma!

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  3. Buaggggggg impresionante!!! Lo había leído ya, pero ya lo tenía olvidado.
    Felicidades

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